miércoles, 28 de mayo de 2008

CROMÁTICOS RECUERDOS DE TIEMPOS IDOS...

CROMÁTICOS RECUERDOS DE TIEMPOS IDOS…
Héctor Jaime Treviño Villarreal

Hacer un recorrido por el estado de Nuevo León a través de la magia de la fotografía es un viaje por demás interesante; observar fotos y postales de otros tiempos es recurrir a la nostalgia, a la añoranza, al ver reflejado nuestro devenir existencial y recordar momentos que tienen similitud con aquel paisaje, con el barrio, la casa, las fiestas, la escuela, la boda de algún pariente o vecino, el viejo tendajón de la esquina, la chiquillería retratada en el patio de la escuela en la clásica foto de grupo.

La nostalgia se apodera de nuestro ser, el sentimiento y la emoción nos invaden al observar pasadas escenas irrepetibles que hacen aflorar un cúmulo de vivencias donde, a una impresionante velocidad, el cerebro deja que la memoria se convierta en la facultad mental que lleva el papel principal en la trama.

Tantas y tantas historias reflejan las fotografías, cuánto rescate hay de un patrimonio histórico-cultural que parece que se nos va de las manos y a fuer de ser sincero, nos causa dolor enterarnos que algunas personas se deshicieron de sus viejas fotografías, rompiéndolas o tirándolas a la basura; causa dolor porque es un acto que atenta contra su propia historia, donde se está socavando su propia identidad, sus raíces, en suma, es una traición a sí mismo y a sus ancestros.

La conservación del patrimonio histórico y cultural, en este inicio del siglo XXI, marcha por nuevos derroteros; con pasos firmes se preserva, cuida y restauran los testimonios de un pasado que se nos fue, pero que sigue presente a través de sus producciones en archivos, museos, bibliotecas, fototecas y otros respositorios.

Largo camino ha recorrido la fotografía desde que Nicéphore Niepce en 1827, logró conseguir imágenes de objetos en la cámara oscura, al usar betún de Judea como capa sensible; siguió luego la invención del daguerrotipo y poco a poco se perfeccionó hasta llegar a las cámaras digitales de nuestros días, sin embargo, la atracción, la magia de aquellas fotos en blanco y negro o en sepia, donde el fotógrafo imprimía sus sello personal, su talento artístico, no dejan de cautivarnos.

La Fototeca de Nuevo León en su corta existencia ha realizado una labor de titanes y en muy breve tiempo ha reunido una muy buena cantidad de fotografías en su acervo, que no dudamos, pronto, se convierta en la primera en el país.

En este su tercer libro nos presenta imágenes de todos los municipios del Estado, donde queda plasmada la cotidianeidad pueblerina, con toda su gama de actividades económicas, sociales, deportivas y políticas; el periodo que abarca es amplio y quiénes tomaron las fotografías van desde el fotógrafo profesional como Manuel M. López, hasta los aficionados, que son los más; de su calidad los expertos emitirán su opinión, pero lo más importante es dejar constancia del rescate del momento y su ulterior conservación por ellos o sus familiares.
Las imágenes nos llevan a ese recorrido por el escenario geográfico nuevoleonés, donde queda grabada la huella del paso del hombre por esas regiones, como por ejemplo en Ciudad Anáhuac en la calle aledaña a esa gran plaza circular, destacan los edificios construidos en el auge de la época de la siembra del algodón después de la construcción de la Presa “Don Martín” y la fundación de dicha ciudad en 1935.

Trasladarse a Lampazos de Naranjo a través de las imágenes fotográficas es recordarle a los amantes de este arte, que allí hay un terreno fértil para su oficio o pasatiempo; el Ojo de Agua, el palacio municipal, la Casa de la Cultura, la vieja misión, hoy convertida en Museo nos dan muestra del avance cultural de ese lugar, como aquel taller o academia de pintura muy recordado por las personas mayores; la figura imponente de la Mesa de los Catujanes, que estando en territorio coahuilense, su mejor vista es desde Lampazos, a esto hay que agregar las viejas casonas con el sello peculiar de la arquitectura norestense.

San Miguel de Bustamante y Villaldama pintorescos municipios en las que destacan las Grutas de Bustamante, las panaderías que elaboran las tradicionales semitas y “coyotas” muy buscadas por los visitantes; no dejan de estar presentes, como en todos los municipios, las fotos de grupos escolares y las actividades de corte religioso.

Sabinas Hidalgo con su Ojo de Agua, la figura ya legendaria de Don Manuel M. García, filántropo, cuyo recuerdo quedó perenne en la obra material realizada desde la trinchera de la sociedad civil y si acaso extrañamos la presencia de “La Turbina” el ícono sabinense más fotografiado en la historia del municipio.

Parás con la sencillez como característica y Vallecillo con sus casas de piedra enmarcando a “La Casa de la Plomada” como la construcción que todavía causa asombro a los arquitectos nacionales e internacionales y cuya portada ha aparecido en las principales revistas de arquitectura del mundo.

Acarrear el nopal para luego chamuscarlo, cortarlo y dárselo al ganado vacuno era casi un ritual en el campo nuevoleonés, la fotografía que muestra este hecho en Gral. Treviño nos acerca a esos momentos, lo mismo el “varear” el frijol, es decir, golpear con una vara las vainas de la leguminosa para obtener la semilla, nos mueve a la añoranza de aquellos tiempos.

Agualeguas, municipio que pasó del erial a la sublimación, de ser un pueblo casi desconocido, de repente se mencionó en todos los medios de comunicación del país y algunos del extranjero, después de ese boom, la vida cotidiana tomo su normalidad y sus fotografías nos parecen revelar que en su modo de vida poco han cambiado sus habitantes: bodas, el festejo o la reunión en la cantina, el equipo de béisbol, o la joven que posa con la sonrisa franca.

Cerralvo y su parque nacional El Sabinal; Melchor Ocampo el municipio más joven de Nuevo León -1948-, pero pródigo en vistas fotográficas, pues sus hijos quieren dejar constancia de su transitar por el pueblo; Dr. González donde las tradiciones familiares se mantienen muy fuertes. Ciénega de Flores la “tierra del machacado” y la cabecera municipal más limpia de todo el Estado, cuna de la “Tía Lencha” y de gente alegre como nos muestra la foto de una reunión donde aparecen dos individuos dándole duro al baile.

El Valle de las Salinas con los municipios de Mina, Hidalgo, Abasolo, El Carmen y Salinas Victoria, “tierra de gente buena” como sus habitantes se promocionan y donde recuerdan las visita del Gral. Lázaro Cárdenas a la cooperativa de Cementos Hidalgo y rubrican al paraje de Potrero Chico como el principal de sus atractivos turísticos, o se hace gala de la multitud que acude a Espinazo a venerar la memoria del “Niño Fidencio” que le ha dado fama a ese rincón del poniente nuevoleonés, aunque los de El Carmen nos dicen y nos lo prueban que el “Niño Juanito” fue el precursor de los infantes curanderos de la región, mientras que en Salinas Victoria traen a la memoria los recuerdos de las huestes revolucionarias, tanto carrancistas como villistas que pernoctaban en el pueblo.

Pesquería con sus escuelas impregnadas de patriotismo, de reuniones políticas, de sus labores agrícolas; General Zuazua con la Hacienda de San Pedro de arquitectura de fines de la Colonia e Higueras con sus casas de piedra y una de las fiestas más antiguas de Nuevo León: Las Luminarias.

Monterrey y los municipios que forman su área metropolitana, son pródigos en fotografías; la macrocefalia regiomontana se deja sentir con imágenes del Palacio de Gobierno, la Catedral, Palacio Federal, La Purísima y muchos otros edificios y lugares, sin dejar de estar presentes fotos de familias, de escolares y eventos de otro índole.

Chipinque, La Huasteca, Las Grutas de García y El Cerro de la Silla no pueden faltar cuando se atrapa la presencia física del área metropolitana a través de la lente, craso error sería su omisión; paisajes bucólicos y reuniones familiares y religiosas son testimonios fehacientes de aquellos pequeños pueblos hoy convertidos en grandes ciudades como Guadalupe, Apodaca, Escobedo, San Nicolás, Garza García, Santa Catarina, Cadereyta Jiménez y Benito Juárez. La explosión urbana ha cobrado su factura, hoy, esos pequeños pueblos ya no existen, se nos fueron para siempre y se llevaron la vida tranquila, el olor a tierra mojada cuando se regaban sus calles sin pavimentar, los olores de las cocinas de barriada, la convivencia tranquila y la pláticas de las señoras sentadas en las mecedoras en las altas banquetas, sólo los recuerdos quedan y algunos de ellos atrapados en la magia de la fotografía.

Tierra de hombres y mujeres bravías, de hablar franco, directo “golpeado”: China, Bravo, Dr. Coss, Herreras, Los Ramones, Los Aldamas, con sus estaciones de tren, los puentes del ferrocarril, los camones de pasajeros que unían al pueblo con la gran ciudad, las viejas carretas cargadas con leña o caña de azúcar, las infaltables fotos de la escuela y de las mujeres que le daban y le dan vida al pueblo cuando los varones adultos emigran al “otro lado” o a Monterrey a conseguir el sustento diario.

De verdor inconfundible la zona cítrica donde la Villa de Santiago es un pueblo que resiste las andanadas de cientos de regiomontanos y que se conserva bello y hermoso con su Cola de Caballo, Presa La Boca, los músicos, “las julias”- originales medios de transporte- los jacales de adobe y paja; Allende y sus revolucionarios, el paraje del río Ramos; Montemorelos con sus distinguidas damas y el homenaje eterno a los productores de naranja, Hualahuises y su puente colgante, Linares con su casino, sus políticos, su reciedumbre en la agricultura, el comercio y los tiempos idos de aquel medio rural de antaño.

Iturbide y sus calles empedradas, Rayones en el corazón de la Sierra Madre Oriental, Galeana con el Pozo del Gavilán, la Laguna de Labradores y el Puente de Dios de gran belleza; General Zaragoza y Aramberri hermosos rincones sureños de Nuevo León. Dr. Arroyo con su Academia de Telegrafistas y la Frutería “Poca Luz” y Mier y Noriega en los confines del Estado.

Nuevo León, nuestro Estado, en donde nos sentimos orgullosos de nuestras raíces, de la identidad norestense, de sus pueblos, de su gente, de sus tradiciones, costumbres, leyendas, gastronomía, de su pasado; recuperar en fotografías su alma, sus entrañas, es fortalecer el cariño por la tierra que nos vio nacer o que amorosamente nos recibió y nos hace sentirnos orgullosamente nuevoleoneses.


FOTOS SELECCIONADAS:
Taller de pintura de Lampazos.0168
El Niño Juanito González de El Carmen.3277
Acarreando nopal de Gral. Treviño.500
Don Manuel M. García de Sabinas Hidalgo.0285
Frutería Poca Luz de Dr. Arroyo.3326
Hombres bailando de Ciénega de Flores.2819
Puente Colgante de Hualauises. 986
La Julia medio de transporte en Santiago. 2486

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